Aquella noche de lluvia la dediqué a hacer un repaso del
supuesto libro de mi vida. Aunque más bien yo creo que más que un libro es un
cuaderno. De esos de cuadros que llevan los niños al colegio, escrito a boli,
con tachones, un poco arrugado y desgastado. Un cuaderno que ya no tenía
cuentos. Un cuaderno que se había vuelto demasiado real.
¿Los días? Los días son todos normales. Somos nosotros los
que los hacemos especiales. Son las personas con las que lo compartimos y son
la forma que tenemos de escribirlos. Al
menos eso pensaba aquella noche de lluvia con mi pijama nuevo, rosa e infantil.
Entonces lo supe.
Faltaba magia. MI magia. En algún momento la había perdido
por el camino.
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