Aquella mañana gélida de sábado, decidió mientras se
preparaba un buen café caliente en su taza favorita, que se sentaría a intentar
poner palabras a aquello que sentía y no entendía. Cogió su viejo portátil, se
acurruco en una esquina de la cama y tecleó en un buscador de internet esa palabra
que tanto estaba de moda: “friendzone”
Al final lo único que le quedó claro después de consultar
varias páginas y leer algunos artículos que la había parecido mínimamente
interesantes… es que la famosa zona de la amistad tiene lugar cuando una de las
dos partes quiere una relación y la otra no.
¿Qué había hecho mal? Ella no quería una relación romántica,
pero ¿por qué entonces detestaba tanto ese adjetivo calificativo? ¿Por qué se
sentía frustrada y daría lo que fuera porque él nunca hubiese utilizado esa
palabra para definirlos?
No podía dejar de indagar en los entresijos de su memoria
torpe y selectiva las posibles causas y actos que la habían llevado a esa
situación. Su corazón se volvía más arrítmico de lo habitual cuando la abrazaba,
la sonreía o simplemente la miraba un par de segundos más de los que ella
consideraba estrictamente necesarios. No estaba segura de si solo era un
capricho, cabezonería o algo más, pero no se conformaba con la definición de
amiga. Porque por más que quisiera negarlo… era incapaz de tratarle como tal. Había
algo. No sabía el qué. Pero la idea de que no existiese formaba una pequeña
grieta que no sabía cómo evitar. O peor aún… no sabía cómo reparar.
Era incapaz de decirle directamente que no quería solo su
amistad, pero que tampoco le quería a él. Pero que sí deseaba un contrato
invisible en el cual esa sonrisa no fuese de otra cada fin de semana que salía
de fiesta con sus amigos.
Recordó la conversación del día anterior:
- - Volveré a repetir la pregunta del otro día, por
si tu respuesta ha cambiado. ¿Te gusto?
- + Cada día me gustas menos pero me atraes más.
Una lágrima traicionera escapó sin previo aviso. Se dio
cuenta de que no quería atraerle. Eso podía hacerlo en cualquier momento con
cualquier persona con un vestido y unos tacones bonitos.
Quería cada día gustarle un poco más. Y seguía sin poder
responder a qué es lo que estaba haciendo mal a pesar de que sabía… que esa no
era la pregunta correcta.
Disgustada se deslizó bajo el edredón y se escondió del mundo.
La costaba asumir que aquella vez tenía que perder de nuevo.