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    Fantasmas Del Ático

    lunes, 30 de noviembre de 2015

    Vacía

    “Sinceramente, dudo que vuelva a pasar algo entre nosotros. Y de pasar… sería dentro de mucho tiempo. Me gustas como amiga”

    Y sucedió. Justo en ese  momento. Las pequeñas alas de papel que había conseguido hacer aparecer durante ese breve periodo de tiempo, temblaron y estallaron en pequeños pedazos imposibles de reparar. De nuevo sintió ese sentimiento de persona vulgar que tan familiar le era.
    Se sintió demasiado corriente, pequeña, débil, triste, perdida, inmadura, idiota, insuficiente… como siempre. Por un segundo se había permitido olvidar que las cosas bonitas que tenían los demás no eran para ella.

    Pisó el acelerador por inercia. Rompió a llorar. Gritó. La aguja caía cerca de los 140km/h. No era suficiente. Nunca era suficiente. Quería desaparecer. Irse.

    Minutos después cuando ya no existían más lágrimas que derramar, se quedó vacía. Vacía de vida, de ilusión, de alegría, de positividad, de esperanza.




    Y entonces…tuvo miedo. 


    viernes, 27 de noviembre de 2015

    Pregunta equivocada



    Aquella mañana gélida de sábado, decidió mientras se preparaba un buen café caliente en su taza favorita, que se sentaría a intentar poner palabras a aquello que sentía y no entendía. Cogió su viejo portátil, se acurruco en una esquina de la cama y tecleó en un buscador de internet esa palabra que tanto estaba de moda: “friendzone”
    Al final lo único que le quedó claro después de consultar varias páginas y leer algunos artículos que la había parecido mínimamente interesantes… es que la famosa zona de la amistad tiene lugar cuando una de las dos partes quiere una relación y la otra no.
    ¿Qué había hecho mal? Ella no quería una relación romántica, pero ¿por qué entonces detestaba tanto ese adjetivo calificativo? ¿Por qué se sentía frustrada y daría lo que fuera porque él nunca hubiese utilizado esa palabra para definirlos?
    No podía dejar de indagar en los entresijos de su memoria torpe y selectiva las posibles causas y actos que la habían llevado a esa situación. Su corazón se volvía más arrítmico de lo habitual cuando la abrazaba, la sonreía o simplemente la miraba un par de segundos más de los que ella consideraba estrictamente necesarios. No estaba segura de si solo era un capricho, cabezonería o algo más, pero no se conformaba con la definición de amiga. Porque por más que quisiera negarlo… era incapaz de tratarle como tal. Había algo. No sabía el qué. Pero la idea de que no existiese formaba una pequeña grieta que no sabía cómo evitar. O peor aún… no sabía cómo reparar.
    Era incapaz de decirle directamente que no quería solo su amistad, pero que tampoco le quería a él. Pero que sí deseaba un contrato invisible en el cual esa sonrisa no fuese de otra cada fin de semana que salía de fiesta con sus amigos.

    Recordó la conversación del día anterior:

    -          - Volveré a repetir la pregunta del otro día, por si tu respuesta ha cambiado. ¿Te gusto?
    -         +  Cada día me gustas menos pero me atraes más.

    Una lágrima traicionera escapó sin previo aviso. Se dio cuenta de que no quería atraerle. Eso podía hacerlo en cualquier momento con cualquier persona con un vestido y unos tacones bonitos.
    Quería cada día gustarle un poco más. Y seguía sin poder responder a qué es lo que estaba haciendo mal a pesar de que sabía… que esa no era la pregunta correcta.
    Disgustada se deslizó bajo el edredón y se escondió del mundo.

    La costaba asumir que aquella vez tenía que perder de nuevo. 


    miércoles, 25 de noviembre de 2015

    ¿Te gusto?




    - ¿Puedo hacerte una pregunta?
    + Sí, claro.
    - ¿Te gusto?
    + …. Un poquito.
    - De acuerdo, pues ahora va la pregunta de verdad. ¿Te comportas así conmigo porque te gusto un poquito o porque de verdad eres así?
    + Porque soy así. ¿Por qué me preguntas eso?
    - Porque no quiero darte falsas esperanzas.
    + Entonces, deduzco que si yo ahora te devuelvo la pregunta, ¿tu respuesta será negativa? Dime, ¿Te gusto?
    - Sinceramente no lo sé. Y siento no poder ser claro en ese tema. 


    Y ahí estaba otra vez. Sintiendo que el aire que se respiraba en ese coche era asfixiante. No entendía hasta qué nivel exactamente llegaba su estupidez, que no estaba saliendo de la herida causada la vez anterior cuando ya se estaba abriendo otra sin previo aviso. Empezaba a plantearse seriamente pedir a su corazón la construcción de una sala de espera para disgustos. Porque cada vez la costaba más encajar todos juntos.
    No entendía como podía pasar en tres semanas de sorprenderla con un “te quiero con matices” a un “No sé si me gustas”. No entendía como todo había acabado así.
    Ella no quería una pareja. No quería una relación. No quería una boda ni planes de futuro. Ni siquiera quería enamorarse.
    Sólo necesitaba sentirse comprendida, tiempo para estabilizar el caos emocional del que venía, que alguien la abrazara y fuese poco a poco recomponiendo cada uno de los agujeros que se habían formado en sus frágiles alas de papel. Día a día. Sin preocupaciones, sin complicaciones, sin sentimientos excesivamente complicados.
    Sólo sabía que le gustaba. Que le agradaba su compañía. Que quería besarle, abrazarle o acostarse con él si le apetecía. Que quería pasear de la mano por el simple hecho de sentirse un poquito menos sola. Que las conversaciones escondida entre sus brazos la hacían sentirse un poco menos vacía.


    Pero al final daba igual lo que ella entendía, quería, necesitaba o sabía. La realidad es que había un abismo entre ella el chico de pelo rizado de enfrente. Que él estaba en otro mundo y que al parecer… no tenía ninguna intención de querer acercarse al suyo. 


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