Y es que no sabía muy bien que buscar en aquel extraño día
de sol. Tomar café con leche en la terraza de un bar parecía lo más adecuado.
La sobraba la bufanda, el gorro y la ropa en general. Y es que no sabía a qué
se debía, pero la gustaba la ausencia de nubes en un cielo que ya no recordaba
tan azul. Tenía… calor sentada en ese vagón de tren. Puede que tuviese la
música demasiado alta, pero la daba igual. Había entrado en su burbuja
complicada, transparente y particular. Y es que no podía parar de pensar en sus
ojos, en su mirada… en su forma de mirarla. Y es que la verdad que no la miraba
a ella, sino a sus ojos. No sabía explicarlo, pero es que solo la miraba a los
ojos. De forma intensa, casi dolorosa. Y la gustaba. La gustaba eso que sentía
en el estómago, la gustaba no saber qué pensar de aquel chico de ojos chocolate,
la gustaba lo romántico absurdo de la situación.
El tren se para y ella se baja. El frío la golpea con fuerza. La burbuja explota y suspira. Y es que no sabía qué tenían sus ojos, pero ya habría tiempo para averiguarlo.
El tren se para y ella se baja. El frío la golpea con fuerza. La burbuja explota y suspira. Y es que no sabía qué tenían sus ojos, pero ya habría tiempo para averiguarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario