Y me enfadaste. Mucho. Y me entraron ganas de sacarte a patadas del coche. Y lo peor es que tú ni siquiera te das cuenta, ni siquiera reparas en ello. Y lo increíble, es que ni siquiera lo comprendes.
Me duele la garganta de decir, y gritar tantas veces lo mismo. Y es que no lo entiendo.
Respiré aliviada de que te alejaras y me fui. Mi respiración se aceleraba y toda la frustración se terminó convirtiendo en ira después de pasar aquella rotonda. Cuando un par de lágrimas me nublaron la vista ya todo me daba igual. Estaba en la autopista, iba a más velocidad de la recomendada por cualquiera en un tiempo de lluvia y un bucle de tres canciones destruían cualquier otro sonido ajeno a ellas. El volante parecía tu cuello, y cada coche un objetivo al que adelantar.
Y es que puede que ese sea mi mayor defecto:
Conducir enfadada.
¿Y mi mayor vía de escape?
La velocidad.
Con el tiempo, como siempre, cuando estoy cerca de casa, mi mente se rinde, el bucle desaparece dejando paso a otras canciones, la ira se convierte en indiferencia y todo acaba con unas ganas terribles de esconderme debajo de las sábanas de mi cama.
No deberías conducir enfadada :/ Nunca se sabe lo que un buen cabreo puede provocar!
ResponderEliminarPero sí, tanta rabia hay que echarla fuera, sino, acaba quemándote.
Besitos.
Miss Carrousel.