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    Fantasmas Del Ático

    lunes, 24 de enero de 2011

    3 - Agobios Previos


    
    De pronto Helloween inundo la habitación a las 7 de la mañana. Sentí como mi padre se movía en la cama de al lado, pero no se levantó. En cambio yo no tenía otra opción. Apague el despertador. Tenía un gran reto por delante. Desenredar y peinar mi pelo de una forma decente. Rece para que me salieran las trenzas al primer intento.
    Media hora más tarde salíamos por la puerta del apartamento después de conseguir unas trenzas perfectas. Stefan y su padre ya nos estaban esperando en el banco de siempre. Fuimos a un restaurante a desayunar. Estaba tan nerviosa por la expectativa de la doble inversión que apenas comí nada.

    Cuando llegamos al centro de buceo cogí mi maleta y saqué de ella el traje de neopreno. Para poder ponérmelo sin tener que llegar a la desesperación, me hice con unas medias. Entre en el vestuario. Había tres mujeres que debían de ser amigas. Una de ella parecía un poco impertinente, pero solo era una intuición. Estaba poniéndome las medias y todas me miraban con cara rara hasta que una de ellas pregunto:

    -          ¿Por qué te pones eso?
    -          Porque así entra mejor el traje.
    -          ¿Si?
    -          Sí.

    No quedo muy convencida, cosa que cambio cuando tres minutos después salía por la puerta dejándolas luchando con sus respectivos trajes.

    -          Cassi, ves a coger los plomos y ponlos en el carro. – Me dijo mi padre.

    Fui al coche, me puse los escarpines y guarde las zapatillas. Después fui a por lo plomos. En ese momento salía Stefan del baño.

    -          Peluche, ¿cuántos kilos quieres?
    -          Em… 7
    -          ¿Tantos?
    -          Por si acaso.

    Cogí 7 para él y 6 para mí.

    -          ¿Tu 6?
    -          Sí, pero es que yo llevo el semiseco.
    -          Entonces hoy vas todo de rosa. – Se alejó mientras se reía.

    Puse los plomos en el carro de las botellas y me fui a montar el equipo pensando en el rosa. Si hacía recuento… gafas rosas, traje rosa, tubo rosa, aletas transparentes y rosas… nunca utilizaba ese color, pero en el ámbito del buceo me encantaba como quedaba.
    Cogí una de las botellas más pequeñas. Casi todas eran de 15 litros, pero yo solo la necesitaba de 12. Stefan se coloco a mi lado.
    El chaleco ajustado, el regulador principal a la izquierda, la segunda etapa a la derecha, abrir la botella para comprobar el aire… Todo perfecto.

    -          Oye Chu, ¿cómo iba esto?

    Le mire con la suficiente rapidez como para poder ver su cambio de expresión.

    -          Lo siento.
    -          ¿Por qué me has llamado Chu?
    -          Así llamaba a Sofía de forma cariñosa normalmente.
    -          Yo no soy Sofía. – reconocía que no me había sentado muy bien que me llamase así.
    -          Es que me encuentro tan a gusto contigo que se me ha escapado. Lo siento, de verdad.
    -          Ya te vale. A ver, ¿qué quieres?
    -          ¿Cómo pongo esto?

    Me eche a reír. Tenía todos los artilugios en la mano son saber qué hacer con ellos.

    -          Menudo buzo de combate que estas echo. ¿Y así piensas superarme?
    -          No me meto en el agua desde el año pasado. Desde que me saque el curso de buceo no he vuelto
    -          Atiende. La etapa principal va a la izquierda. Tienes la torre dividida en dos. Tres cosas por un lado y una por el otro. Si pones el regulador a la izquierda, automáticamente tienes la posición del resto de las cosas. ¿Ves?
    -          Gracias. Eres un crack. – y me dio un beso en la mejilla.
    -          Si por cada vez que te ayude me vas a dar un beso, pídeme ayuda cuando quieras.

    Nos reímos. Cada uno siguió con lo suyo y quince minutos después ya estábamos en el mar. Una de mis cosas favoritas era la sensación de libertad que daba el barco. El aire en la cara, el agua que te mojaba de vez en cuando… era el momento de relajarse, dejar de pensar y disfrutar del paseo.

    Bucearíamos en una reserva natural, así que en cuanto llegamos, el barco se lleno de actividad. Todos se movían con movimientos torpes, lentos, bruscos. En sus caras se podía empezar a ver el agobio el estrés, la falta de aire, el mareo, la emoción, las prisas. Según iban terminando, se oía un ruido que confirmaba que ya estaban en el agua. El barco se iba vaciando y en el cabo del ancla se iban apareciendo las cabezas de los extraterrestres que esperaban a los demás.

    Saltas. El agua moja el traje, lo penetra, te moja la piel y después de un escalofrío agradeces el frío. El chaleco te oprime el pecho, te ahoga. El pelo, ya mojado, te molesta, el regulador desaparece unos momentos hasta que te das cuenta de  que lo tienes delante. Lo introduces en tu boca para evitar tragar más agua. Agarras la cuerda, desinflas el chaleco… y te hundes.


                                                                                                                     (Continuará)

    Princess_of_Hell

    1 comentario:

    1. No le des mucha importancia a mi última entrada. Es que estoy de bajón y no se me ocurre nada mas que escribir... y no entiendo tus dudas, has llegado a ser la persona que mas me ha entendido en lo que tengo de vida, y mi pregunta es ¿Que habré hecho yo para ser así? ESO es una pregunta sin respuesta. pero bueno. Por cierto, siento no poder leer ninguna de tus historias en este momento... se que me pasa últimamente que cuando me quedo solo que estoy como si no estuviera, no se que me pasa... lo siento si la he cagado en algo estos días...

      Navideathh

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