Páginas

    Fantasmas Del Ático

    lunes, 29 de agosto de 2011

    Porque cuando Tú caes, Yo te ayudo a levantarte

    El sol comenzaba a caer sobre ese infinito azul del mar. Ella paseaba sin rumbo, descalza, mirando a todo y a nada a la vez y solo tenía un vago recuerdo de dónde había dejado olvidados sus zapatos. Unas gotitas frías y saladas cayeron sobre ella. Se giró con una mirada asesina que desapareció en cuanto le vio. Hacía semanas que no sabía nada de él. Bajó la mirada y miró a la arena. Solo ellas conocían el secreto. Solo ellas sabían cuantas veces había escrito su nombre mientras soñaba despierta.

    -         ¿Ni siquiera vas a regalarme una sonrisa?

    No. En realidad no. No tenía ganas de sonreír porque tenía miedo de que supiese que había roto la promesa. No quería que supiese que no había sido fuerte. No quería que se enterase de que algunas noches las lágrimas se le escapaban casi sin darse cuenta. No quería que supiese que le había echado de menos. Y sabía que si sonreía lo descubriría. Decidió seguir su camino e ignorarle, igual que hasta ese día había intentado ignorar sus sentimientos. El corrió tras ella.

    -         ¿Estás enfadada conmigo? – Preguntó con el ceño fruncido.
    -         No, solo que no tengo ganas de sonreír.

    Sabía que sus ojos azules estaban estudiando cada detalle su rostro.

    -         ¿Sabías que una sonrisa puede salvar el mundo?
    -         El mundo no se salvaría ni aunque tuviese miles de sonrisas.
    -         ¿Y quién ha hablado de la Tierra querida?
    -         Tú.
    -         No, yo he hablado del mundo.
    -         No sé cual es la diferencia.
    -         Mira que eres lenta cuando quieres. Y además veo que sigues sin aprender a mentir.
    -         En eso te equivocas. Sigo sin aprender a mentirte, que es distinto. – dice derrotada y sin ganas de continuar sus juegos verbales.
    -         Juguemos.
    -         ¿A qué? - Le mira extrañada.

    La coge de la mano y la lleva hacia el mar. Su falda se moja sin poder remediarlo, y aunque tenía ganas de salir corriendo en dirección contraria, se obligó a seguirle para averiguar qué se proponía.

    -         Las reglas son muy simples. Tenemos que saltar las olas, ¿vale? Cada ola es una de esas cosas que no aceptamos, cada uno de esos defectos que nos consumen, cada situación que nos derrumba. Saltar las olas significa superar las pruebas de la vida. Demostrarnos que pase lo que pase podemos con un poquito más de esfuerzo seguir adelante.
    -         A ese juego solo tendría que jugar yo. Tú siempre sigues adelante. Tú no has roto tu promesa.
    -         No, esto es para los dos. Porque cuando tú te caes yo te ayudo a levantarte. Porque si he roto mi promesa.
    -         No me lo creo.
    -         Te he echado muchísimo de menos.

    Se quedó muda. ¿Lo decía en serio? Y solo con esa frase, como una estúpida, sonrió como una niña pequeña, hasta que la sonrisa se convirtió en una risa infantil.

    -         ¿Ves? Mucho mejor. Cuando sonríes salvas mi mundo, y creo que ahora tengo fuerza para saltar más olas que tú.

    Se cogieron de la mano, se pusieron mirando al horizonte, y allí pasaron las horas saltando olas, y superando cada pequeña o grande patada que les había dado la vida. Y al final, tuvo que reconocer que sin él… en muchas ocasiones no me hubiese levantado.




    Princess_of_Hell

    martes, 23 de agosto de 2011

    Sabe igual.




    Son las tres de la mañana y no puedo dormir. Tengo ansiedad y pensando soy capaz de encontrar hasta remordimientos. Por un momento me pregunto si tenía que haberle dejado hablar o si existen personas con las que de verdad puedas contar cuando tienes un problema. Suspiro sintiéndome sola y a la vez agobiada en mi vacía y oscura habitación. Me incorporo sabiendo que tengo cerca un posible ataque de ansiedad ante la impotencia de no poder hacer nada por no volver a equivocarme.
    Recuerdo aquel mechero y aquel cigarrillo robado. Puede que haya encontrado una forma de combatir la ansiedad. Es verdad que hay fallos que no se pueden controlar porque no dependen de uno mismo. Pero sí hay otros en los que tenemos un control total de la situación. Abro el cajón, cojo el paquete de tabaco y el mechero y salgo a la terraza. Miro a la luna, las estrellas… el viento enreda un poquito más mi pelo ya despeinado. Las manos me tiemblan. Siempre me prometí que no fumaría. Es una de esas promesas que te grabas con fuego en el alma y te propones no romper nunca porque sabes que te sentirías mal, porque habrías fracasado, porque te decepcionarías a ti misma. Pero justo ahí… en la línea que separa hacer lo correcto o no, era donde se encontraba la tranquilidad y la solución a la ansiedad. Porque son en esos momentos en los que tienes el control. Cojo el cigarrillo, me lo llevo a la boca y con la mano temblorosa lo enciendo y doy mi primera calada. Esa que cambia todo. Esa que hace que me haya traicionado a mi misma. Esa que aplaca mi malestar. Esa que me hace odiarte un poco más. Esa que hace que sienta que tengo el control del todo. Una calada que en el fondo… es un paso más hacia una oscuridad que me niego a ver y de la que pronto no podré salir. Respiro ese aire contaminado que no se me antoja tan desagradable como antes y comienzo a fumar mientras pienso en un futuro bastante borroso.

     ¿Sabes? Siempre me dijeron que el tabaco sabía igual a como olía. Nunca me lo acabé de creer… hasta hoy. 
     

    Princess_of_Hell

    lunes, 22 de agosto de 2011

    Estaría Bien Saber

    Siento que me ahogo, que no sé por donde ir, que cada día estoy más perdida, que aunque me digan lo que tengo que hacer parece que al poco tiempo se me olvida.
    Las personas me agobian con su simple presencia y yo me sobrepongo poniendo como siempre buena cara. Porque al parecer alguien opina que soy muy dura conmigo misma. Pero es que yo opino que no es suficiente, que me estoy ahogando, que no consigo seguir adelante, que no consigo que me de todo igual, que no consigo respirar sin que me duela, que no consigo… No sé ni lo que quiero conseguir. No sé lo que estoy buscando. No sé lo que necesito. De pronto solo sé que no se nada. Y lo único que estoy viendo es un agujero sin final al que estoy saltando sin ni siquiera molestarme en mirar.

    Princess_of_Hell

    domingo, 21 de agosto de 2011

    Graciosidades

    Me hace gracia cuando me equivoco de móvil, cuando te mando un mensaje que no es para ti. Me hace gracia lo mal que me siento por haberme equivocado por esa puta costumbre de ver o pensar tu nombre en todos los momentos de mi vida. Me hace gracia la contestación de medio disculpas que te doy, a sabiendas de que una pequeña parte de mí se alegra de haberse equivocado. Me hace gracia tu contestación cargada de ironía, como si de verdad te preocupase qué narices hago o dejo de hacer con mi vida. Me hace gracia cuando de pronto te doy una explicación estúpida y escueta queriendo dejar claro que no soy una cualquiera, y me hace todavía más gracia, hasta me hace sonreír esa contestación donde eres tú el que me da unas explicaciones que no quiero ni me creo. Que no me interesan, que son palabras sin sentido para mí. Frases que borré hace tiempo de mi vocabulario. ¿Pero sabes lo que me hace más gracia? Percibir con claridad tu rabia por hacer lo que hago y tu impotencia por no poder evitarlo. Como por un lado dices que te da igual y por otro te revienta. Pero lo que me hace reír es imaginar la película que se habrá montado en tu cabeza sin tener ni idea de lo que pasó realmente.

    Princess_of_Hell

    miércoles, 17 de agosto de 2011

    Kiss Me (XIV)

    Lucan parecía que se había convertido en piedra, pero no tenía tiempo para preocuparme por él. Necesitaba solucionar mis propios problemas existenciales.

    -         Oye, si por lo que sea necesitas ir al hospital o algo, puedes llamar a mi vecina. Te llevará encantada. Pero tranquilo, no transmito enfermedades mortales.

    Después de soltar una de las mayores tonterías de la historia, cerré la puerta de mi casa y corrí a mi cuarto. Necesitaba encontrar mi mochila de emergencias. ¿Dónde estaba? Al final la encontré bajo la cama, bien escondía. Cogí la mochila de Jack Skeleton y la abrí. Me vestí con la ropa que había dentro. Unas mallas muy ajustas, una camiseta muy larga caída de un hombro y unas botas  hasta la rodilla. Cuando terminé me miré al espejo y quedé satisfecha cuando me vi totalmente vestida de negro. Me aseguré de que el antifaz y el maquille seguían en su sitio, cerré la mochila, cogí las llaves de casa y me asomé a la ventana para asegurarme de que Lucan no había decidido quedarse plantado en la puerta de mi casa. Ya tenía suficientes plantas de decoración. Cuando comprobé que la calle estaba vacía salí corriendo. Parecía una ladrona asustada recorriendo las calles de Londres hasta llegar al metro. Los vagones antiguos estaban descoloridos, los asientos prácticamente vacíos, los cristales pintados y el suelo lleno de la basura acumulada a lo largo de todo el día. Aproveché para relajarme. Cuando llegué a mi destino salí corriendo del vagón y me interné en el silencio de la noche y las calles desiertas. Faltaba iluminación, lo cual era perfecto para lo que quería hacer. Me senté en un banco y saqué el maquillaje. Siempre que me lo aplicaba me sentía un poco estúpida copiando lo que leí en aquel libro… Retrum… esa historia me dio una nueva visión de todo. Descubrí que los cementerios eran lugares tranquilos donde uno se podía esconder sin que lo encontraran. Podía casi desaparecer. Lo del maquillaje blanco para quedarme pálida… solo era parte del juego y parte del disfraz. Pero lo que de verdad le daba el toque final a todo era el antifaz de gato que compré en uno de mis paseos por Candem. Cuando lo vi me enamoré de él. Era todo encaje negro y se sujetaba con una sencilla diadema, en vez de con la típica y cutre goma. Sonriendo al recordar aquel día, me encaramé al muro y segundos después ya estaba donde nadie podría encontrarme. Ya estaba en highgate. Las tumbas me dieron la misma bienvenida de siempre, silenciosas, elegantes…  Mientras me deslizaba sin hacer ruido por aquel lugar, fui recogiendo pequeñas piedras para poder reflexionar después. Cuando llegué a mi sitio favorito, trepé hasta lo más alto del antiguo panteón y me quedé mirando a la Luna. Extendí las piedras frente a mí. Cada piedra reflejaba uno de los trocitos de corazón que se habían roto aquel día. Cada carta que cayó al suelo y echó a volar con la ayuda del viento. Distraída coloqué  juntas aquellas que creía que había conseguido pegar, pero me quedaron algo menos de la mitad apartadas. Así estaban las cosas. O me arriesgaba con lo que tenía o seguía escondida pegando cachitos. Sobresaltándome, comenzó a sonar el móvil cometiendo el sacrilegio de romper la paz que transmitía aquel lugar. Por Dios, eran las tres de la mañana, ¿quién podía ser la persona más estúpida del mundo?  Miré la pantalla y vi su nombre. Me eché a reír sin poder evitarlo y descolgué.

    -         Te acabas de llevar el premio a la persona más estúpida del mundo. Al final tendrás que comprarte un armario para guardarlos.
    -         No tiene gracia.
    -         Son las tres de la mañana Lucan, ¿qué narices quieres?
    -         Me da igual si te he despertado.
    -         No lo has hecho.
    Pasaron un par de cuervos volando y un gato detrás corriendo mientras emitía un par de maullidos.
    -         Espera un momento, ¿no estás en casa?
    -         Eso no es asunto tuyo. Tienes un minuto para decirme que quieres antes de que te cuelgue.
    -         ¿Tú te crees que te puedes despedir de una persona diciéndola que se vaya al hospital con la vecina?
    -         No solo lo creo, sino que además lo he hecho.
    -         Mira que eres borde cuando quieres. A ver, te lo digo rápido y te dejo con lo que sea que estés haciendo. Mañana te paso a recoger a las siete para que me acompañes al concierto de unos amigos.
    -         No sé si podré ir. No me apetece.
    -         No es una petición, ni una pregunta. Me debes una por abandonarme después de besarme. No te pongas nada pijo.
    -         ¿Pijo? Yo no tengo de eso. ¿Qué se supone que van a tocar?
    -         Va a ser un homenaje a Versailles. No creo que los conozcas.
    -         Que tú no tengas cultura musical no significa que la gente con la que te relaciones sea igual. Claro que los conozco. Ahora, sino te importa, me has interrumpido una cita conmigo misma y me gustaría retomarla.
    -         No se puede tener una cita con uno mismo.
    -         Vale, pues si te gusta más, tengo una cita con la Luna y se está enfadando por momentos. Hasta mañana.

     Le colgué. El gato de antes pasó por mi lado con cara triste. Los cuervos se le habían escapado, pero como ya nos conocíamos, saque de la mochila una lata de atún que tenía para él. Mientras le miraba comer volvió a sonar el móvil. Estaba vez, era un mensaje. En él decía:

    [Nosotros somos dos, y la Luna es solo una. Estés donde estés… nos reuniremos allí todas las noches antes de dormir para que no se sienta sola. ¿Te hace?]

    Miré los ojos verdes del gato negro que tenía delante. Parecía que era Lucan quien me miraba con esa expresión pícara y triunfante. Miré a la Luna y me dije que merecía la pena apostar los pocos trocitos que había conseguido pegar. 

    [Me hace]



    Princess_of_Hell

    martes, 16 de agosto de 2011

    Visión de sí Misma

    Se mira al espejo y no está segura de cómo interpretar la imagen que le devuelve.
    El pelo mojado le da un aire de niña desvalida que detesta. La piel pálida por la falta de nutrientes, la sombra de las ojeras por la falta de sueño y las clavículas tan definidas como siempre, la hacen parecer una muerta viviente. Una muñeca de porcelana un poco olvidada.
    Los pómulos un poco marcados, la sonrisa desaparecida y la mirada perdida. Pero de toda esa estampa desoladora, justo es eso lo que más la llama la atención. Su mirada, la expresión apagada, sin luz y sin ilusión que se ha instalado en sus ojos. Lo que demuestra que está vacía por dentro.
    El cigarro que sostiene en su mano izquierda solo muestra su propia autodestrucción, sus constantes mentiras y el cuento falso de una vida feliz que no existe. Da una calada y se detiene a saborear aquello que odia, que detesta. El humo hace que su reflejo pierda nitidez, que la imagen se torne irreal, borrosa, despreciable. Entonces es cuando de verdad ve su propio reflejo. Lo poco que queda de ella. Se aparta, desvía la mirada y maldice por lo bajo. Si lo que quería era matarla… podría haberse asegurado de acabar el trabajo.

    Princess_of_Hell

    lunes, 15 de agosto de 2011

    Juguemos

    Juguemos a autodestruirnos. Juguemos al gracioso juego de la vida. Juguemos a no ser héroes. Bailemos con la traición, el engaño y el sufrimiento mientras la alegría, la esperanza y la fe se nos quedan mirando. Juguemos a tirarnos al vacío. Juguemos a echar de nuestras vidas la decencia. Juguemos a destruirnos y luego fingir que las cosas van bien.

    Princess_of_Hell

    domingo, 14 de agosto de 2011

    Fantasma Intruso

    Ha quedado comprobado que todavía queda mucho camino hasta llegar a la meta. Creía que más o menos tenía controlado lo que sentía, pensaba, o incluso imaginaba. Creía tener el poder y el autocontrol suficiente para pararlo. Pero como siempre, muestra una vez más su odiosa ingenuidad. Parece que las muñecas nunca aprenden.
    ¿De qué sirve desaparecer si él no desaparece? ¿De qué sirve echar a alguien que parece que se niega a marcharse?
    Paisajes de ensueño, playas increíbles, atardeceres indescriptibles, acantilados imponentes…
    De pie al borde de un acantilado, una playa y el mar a sus pies, el viento enredándole el pelo, el cielo anaranjado, amarillo y azul dando paso poco a poco, a cada segundo, al negro de una noche llena de estrellas. Aparentemente sola, perdida y con los ojos cerrados escuchando con atención aquellas palabras que las olas la susurraban al romperse y morir ante ella. Abre los ojos y tiene la sensación de estar casi en el paraíso. Solo casi. El viento cambia de dirección y parece que unos brazos se deslizan con cuidado, con miedo e inseguros por sus caderas hasta que al final se instalan alrededor de su cintura. Siente la calidez de un cuerpo envolviéndola desde atrás, reconfortándola. Fija la mirada en el horizonte, a la perfecta circunferencia solar. Y aunque la Luna la enamora, siente lástima al saber que pronto perderá a aquella estrella. La más grande e imponente de todas. Él se da cuenta de su pequeño suspiro y la susurra al oído:

    -             ¿Quieres que te regale el sol?

    Sí. Aquello era casi el paraíso. Pero por mucho que le gustara la idea, no podía borrar ese casi. Da un paso hacia delante separándose de él. Se da la vuelta y le mira. Al principio es capaz de ver al ángel caído que ella recordaba. Pero eso solo dura segundos… porque de pronto su expresión cambia, su postura, su aspecto, su aura… y se convierte en la mentira personificada. Una lágrima resbala por su mejilla. Le gustaría que las cosas hubiesen sido diferentes, pero no. Las cosas son como son. Le mira con odio. Odio por perseguirla a cada sitio bonito al que va. Odio por empeñarse en aparecer cuando casi había conseguido dejar de pensar en él. Se da la vuelta, le da la espalda. No quiere que vuelva a tocarla. Otra lágrima se la escapa al saber que tampoco puede evitar sentir anhelo. 

    -             No. No quiero que me regales el sol. No quiero nada que provenga de ti y de tus mentiras.
    -             Nunca me diste la oportunidad de pedirte perdón.
    -             Tú lo has dicho. Nunca. La simple idea hace que me den náuseas. Vete.

    Sabe el preciso momento en el que desaparece por esa odiosa sensación de soledad y añoranza. Nunca existiría el paisaje y ella. Siempre faltaría algo. Siempre faltaría él. Solo esperaba que el tiempo consiguiera hacer desaparecer a ese estúpido fantasma. Cierra los ojos, respira muy hondo y antes de seguir escuchado lo que las olas tenían que decirle, se acuerda de una frase que tenía que tener siempre muy presente:

    “Al contrario que en el ajedrez, la vida continúa después del jaque mate”


    Princess_of_Hell
    Chat gratis