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    Fantasmas Del Ático

    lunes, 31 de enero de 2011

    Confesiones de una Bruja Condenada

    [Cinco minutos para amanecer y sigo escondido
    entre las dudas y las mitades que me han elegido.
    Para que puedas seguir volando entre mis recuerdos]



    Solo una vela ilumina esta estancia y solo me acompañan una pluma y un pergamino. Necesito confesarle a algo lo que siento, ya que alguien no lo entendería. Encontrar las palabras adecuadas a veces es complicado, pero esta vez me da igual no expresarme con claridad, y me da igual que una persona I, J, M o A lleguen a leerlo e interpreten algo que no es. A estas alturas, sola y al borde de la locura, creo que la opinión de los demás es solo una propuesta para mejorar, pero siempre existe la posibilidad de hacer caso omiso a nuestro alrededor.
    La última carta que me escribiste me llegó al alma, y no he encontrado otra forma de deshacerme del dolor, que encerrarme en esta habitación tan vacía como mi interior, para que nadie pueda ver como las lágrimas recorren mis mejillas.
    Soy fuerte, cargaré con la culpa y con el sufrimiento que me corresponde. Soy consciente de que una de mis virtudes es destrozar las vidas de las personas que me importan, y aún así te deje acercarte y recibí con ilusión todo lo que decidiste enviarme. Aún así, ambos sabíamos que algún día todo se acabaría porque yo lo estropearía todo. Porque siempre en una relación hay una persona que quiere más que la otra, y parece ser que yo soy incapaz de amar lo suficiente como para atarme a alguien.
    Las manchas de tinta, el abuso de los puntos suspensivos, la diferencia del trazo de las letras… solo muestran y dan evidencia a algo que ya intuía pero que no quería ver.
    Siento todo lo que puedes estar pasando. Siento no creer en el futuro y haber hecho que tú hagas lo mismo.
    No sé cómo lidiar con el peso de la culpa. Solo sé que detrás de esa vieja puerta de roble hay muchas personas que quieren quemarme en la hoguera. Sería bonito observar como mi traje se quema, como el fuego me devora y se lleva los sentimientos consigo. Pero es un castigo demasiado tentador. Como bruja que soy, escaparé y me esconderé, para que ese sentimiento de culpabilidad me recuerde lo que he hecho y lo que no quiero volver a hacer.
    Porque cuando uno no sabe lo que quiere, lo mejor es quedarse a un lado hasta tomar una decisión, sea acertada o no.

    Princess_of_Hell

    viernes, 28 de enero de 2011

    Propuestas para un Peluche

    Porque los cuentos de hadas pueden existir.
    Porque los finales bonitos también.
    Porque es verdad que olvidar es una forma de engañarnos.
    Porque el amor merece la pena.
    Porque existen las segundas oportunidades.
    Porque lo pasado juntos no es tiempo perdido.
    Porque los momentos que compartimos nos hacen especiales.
    Porque cada día contigo es una aventura.
    Porque a veces nos gusta repetir.
    Porque existe nuestra media naranja.
    Porque si te digo que te odio es mentira.
    Porque si te digo que no te quiero es falso.
    Porque si lo hago es para protegerme a mí misma.
    Porque nada es posible si tenemos un intruso en nuestra vida.
    Porque solo estoy esperando a que te decidas y me digas un te amo, un no te he olvidado, un te necesito, un estaremos juntos para siempre y me des la oportunidad de formar parte de tu vida.
    Para que nos demos la oportunidad de repetir y volver a intentarlo.




    Princess_of_Hell

    jueves, 27 de enero de 2011

    4 - Un Mundo Nuevo



    El paisaje de las olas, el movimiento vertical de una montaña rusa, cambió radicalmente en segundos. Todo quedo en silencio. Una visión azul cubrió mi alrededor. El ordenador de mi muñeca, marcaba el aumento de profundidad. Un metro, tres, siete, diez… De forma periódica los oídos empezaban a dolerme por la diferencia de presión y tenía que hacer algo al respecto. Según me iba comprimiendo, el cinturón de plomos me iba quedando más grande, el chaleco ya no lo notaba. Y sobre todo… silencio. Era una sensación de paz indescriptible. Solo se escuchaba el sonido de mi respiración y las burbujas que producía. Los movimientos se hicieron más lentos y de pronto, mis rodillas tocaron el suelo a once metros y medio de profundidad. Ajuste el equipo a mi cuerpo, que se había hecho más pequeño. Mire a mí alrededor. Algunos buzos se estaban marchando, otros seguían descendiendo, y al final, después de un par de vistazos generales, encontré a mi padre.
    Cuando nos reunimos todos comenzamos el paseo, pero nada más girar la roca, un banco de barracudas nos cerraba el paso. Mi padre seguía avanzando, pero yo era incapaz. Sus ojos parecían mirar a la nada. Su forma alargada y su color plateado a veces las hacían invisibles. Pero lo peor de todo era la clara visión de muchísimos dientes afilados.
    Stefan se puso a mi lado. Me dijo por señas que me relajara, y al ver mi cara de susto me cogió de la mano para avanzar juntos. Después de un par de minutos que se me hicieron eternos, las dejamos atrás. Más relajada le solté, le dije que estaba bien y me adelante apara colocarme al lado de mi padre, que era mi compañero.
    Vimos un par de morenas antes de encontrar a un pulpo fuera de su cueva, qué preciosidad. Una de las veces en las que Stefan estaba delante de mí, le cogí una aleta, tiré hacía atrás y cuando me miro con el ceño fruncido me quite el regulador el tiempo necesario como para sacarle la lengua. Más tarde me devolvió la jugada. Alguien me dio un par de golpecitos en el hombro izquierdo. Me gire, me gire, me gire… di una vuelta tontísima sobre mí misma antes de encontrarle al otro lado riéndose. Cruce los brazos como si estuviese enfadada de forma teatral y me fui. Un montón de castañuelas pasaban tranquilamente por nuestro lado. Atrás quedaban anémonas, doradas, doncellas, nudibranquios…
    A lo lejos vimos un agujero negro enorme. Una cueva. Fuimos y entramos. Es muy divertido cuando encuentras una porque al entrar no se ve nada. Es eso, un agujero negro. Se encienden las linternas, se explora y al salir el paisaje te regala una imagen preciosa combinando la luz que se filtra desde la superficie, el negro de alrededor y el fondo marino de fuera.
    Cuando más o menos a todos nos quedaban 100 bares de presión, dimos la vuelta. De camino tuve un percance. En los 25 minutos que llevábamos bajo el agua había visto muchos meros, pero… en ese momento el mero más grande que había visto en mi vida nadaba hacia mí, con esa cara tan horrorosa que tienen y con la boca abierta. Invertí el sentido de la dirección en la que nadaba. En vez de aletear hacia adelante lo hice hacia atrás. Como el pez no cambiaba de dirección, solté un grito involuntario a la vez que me chocaba con mi padre. Cuando tenía al bicho a medio metro de distancia, giro a la derecha y se fue dejándome al borde del infarto. Cuando llegamos a la zona del cabo del ancla nos encontramos con una corriente fortísima. Nos agarramos a la cuerda para no alejarnos mientras hacíamos los tres minutos de descompresión a seis metros. Parecíamos banderas. En medio de ese cúmulo de cuerpos negros, vi que aparecía por detrás de un buzo un pez luna, y como son muy raros de ver, fascinada, avise a los demás para que lo vieran.
    Salir a la superficie significa decir adiós a la tranquilidad. En una hora el mar había cambiado su aspecto por completo. Ya no estaba apacible, se había enfadado.

                                                                                                                (Continuará)

    Princess_of_Hell

    lunes, 24 de enero de 2011

    3 - Agobios Previos


    
    De pronto Helloween inundo la habitación a las 7 de la mañana. Sentí como mi padre se movía en la cama de al lado, pero no se levantó. En cambio yo no tenía otra opción. Apague el despertador. Tenía un gran reto por delante. Desenredar y peinar mi pelo de una forma decente. Rece para que me salieran las trenzas al primer intento.
    Media hora más tarde salíamos por la puerta del apartamento después de conseguir unas trenzas perfectas. Stefan y su padre ya nos estaban esperando en el banco de siempre. Fuimos a un restaurante a desayunar. Estaba tan nerviosa por la expectativa de la doble inversión que apenas comí nada.

    Cuando llegamos al centro de buceo cogí mi maleta y saqué de ella el traje de neopreno. Para poder ponérmelo sin tener que llegar a la desesperación, me hice con unas medias. Entre en el vestuario. Había tres mujeres que debían de ser amigas. Una de ella parecía un poco impertinente, pero solo era una intuición. Estaba poniéndome las medias y todas me miraban con cara rara hasta que una de ellas pregunto:

    -          ¿Por qué te pones eso?
    -          Porque así entra mejor el traje.
    -          ¿Si?
    -          Sí.

    No quedo muy convencida, cosa que cambio cuando tres minutos después salía por la puerta dejándolas luchando con sus respectivos trajes.

    -          Cassi, ves a coger los plomos y ponlos en el carro. – Me dijo mi padre.

    Fui al coche, me puse los escarpines y guarde las zapatillas. Después fui a por lo plomos. En ese momento salía Stefan del baño.

    -          Peluche, ¿cuántos kilos quieres?
    -          Em… 7
    -          ¿Tantos?
    -          Por si acaso.

    Cogí 7 para él y 6 para mí.

    -          ¿Tu 6?
    -          Sí, pero es que yo llevo el semiseco.
    -          Entonces hoy vas todo de rosa. – Se alejó mientras se reía.

    Puse los plomos en el carro de las botellas y me fui a montar el equipo pensando en el rosa. Si hacía recuento… gafas rosas, traje rosa, tubo rosa, aletas transparentes y rosas… nunca utilizaba ese color, pero en el ámbito del buceo me encantaba como quedaba.
    Cogí una de las botellas más pequeñas. Casi todas eran de 15 litros, pero yo solo la necesitaba de 12. Stefan se coloco a mi lado.
    El chaleco ajustado, el regulador principal a la izquierda, la segunda etapa a la derecha, abrir la botella para comprobar el aire… Todo perfecto.

    -          Oye Chu, ¿cómo iba esto?

    Le mire con la suficiente rapidez como para poder ver su cambio de expresión.

    -          Lo siento.
    -          ¿Por qué me has llamado Chu?
    -          Así llamaba a Sofía de forma cariñosa normalmente.
    -          Yo no soy Sofía. – reconocía que no me había sentado muy bien que me llamase así.
    -          Es que me encuentro tan a gusto contigo que se me ha escapado. Lo siento, de verdad.
    -          Ya te vale. A ver, ¿qué quieres?
    -          ¿Cómo pongo esto?

    Me eche a reír. Tenía todos los artilugios en la mano son saber qué hacer con ellos.

    -          Menudo buzo de combate que estas echo. ¿Y así piensas superarme?
    -          No me meto en el agua desde el año pasado. Desde que me saque el curso de buceo no he vuelto
    -          Atiende. La etapa principal va a la izquierda. Tienes la torre dividida en dos. Tres cosas por un lado y una por el otro. Si pones el regulador a la izquierda, automáticamente tienes la posición del resto de las cosas. ¿Ves?
    -          Gracias. Eres un crack. – y me dio un beso en la mejilla.
    -          Si por cada vez que te ayude me vas a dar un beso, pídeme ayuda cuando quieras.

    Nos reímos. Cada uno siguió con lo suyo y quince minutos después ya estábamos en el mar. Una de mis cosas favoritas era la sensación de libertad que daba el barco. El aire en la cara, el agua que te mojaba de vez en cuando… era el momento de relajarse, dejar de pensar y disfrutar del paseo.

    Bucearíamos en una reserva natural, así que en cuanto llegamos, el barco se lleno de actividad. Todos se movían con movimientos torpes, lentos, bruscos. En sus caras se podía empezar a ver el agobio el estrés, la falta de aire, el mareo, la emoción, las prisas. Según iban terminando, se oía un ruido que confirmaba que ya estaban en el agua. El barco se iba vaciando y en el cabo del ancla se iban apareciendo las cabezas de los extraterrestres que esperaban a los demás.

    Saltas. El agua moja el traje, lo penetra, te moja la piel y después de un escalofrío agradeces el frío. El chaleco te oprime el pecho, te ahoga. El pelo, ya mojado, te molesta, el regulador desaparece unos momentos hasta que te das cuenta de  que lo tienes delante. Lo introduces en tu boca para evitar tragar más agua. Agarras la cuerda, desinflas el chaleco… y te hundes.


                                                                                                                     (Continuará)

    Princess_of_Hell

    Ninguno de Dos

    No entiendo como la rabia enciende las palabras,
    palabras que no son nada pero llegan al alma.
    Y me arrepentiré...
    Y no quiero...
    Y te espero...
    Y he decidido no perder ya ni un solo segundo mas...

    Por favor di de una vez, que es lo que quieres de mí,
    no puede ser que las cosas se queden así.
    Como la triste canción, que yo escribí para ti,
    Como el maldito silencio que llega hasta mi.
    No te querrán como yo, como yo te quise a ti,
    y vivirás de un recuerdo que hiciste morir.
    Fuimos ninguno de dos,
    fuimos Abel y Caín,
    fuimos un cielo que llueve y se aleja de aquí.

    Entras en la habitación, porque me has hecho venir,
    siempre terminas sacando lo malo de mi.
    Ayer decías que no, y ahora me dices que si,
    soy tu problema y tú el mal que me hace sufrir.

    No me lvantes la voz que no, que no respondo.
    Fuimos ninguno de dos...
    Y un cielo que llueve...


    Princess_of_Hell



    sábado, 22 de enero de 2011

    2 - Un Bonito Atardecer

    Los pantalones italianos que se compro por su cumpleaños le quedaban genial. El polo negro, conseguía el toque de niño pijo que le caracterizaba, que a su vez, acompañaba a la actitud arrogante. Aquella imagen superficial conseguía esconder a una persona encantadora. Me acerque poco a poco dudando entre dos posibles opciones. Opté por la más casta. Me senté a su lado a 20 cm de distancia.

    -          ¿Qué haces?
    -          Pensar.
    -          ¿Es que tú sabes hacer eso?
    -          Qué graciosa.
    -          No sé, te noto un poco apagado. – era verdad…. Tenía un matiz diferente que no conseguía identificar.
    -          Hace una semana lo deje con Sofía.
    -          ¿Tu novia?
    -          Ex.
    -          Bueno sí. ¿Y eso por qué?
    -          Estaba cansado de discutir con ella. No sabes cómo se puso cuando le dije que me iba a la playa. Además, me dio por seguir tu ejemplo y todo empeoró.
    -          ¿Mi ejemplo? - ¿A qué se refería?
    -          Sabes que una de las cosas que más me gustan de ti es que siempre dices la verdad. Pues eso hice. Le dije que venía contigo. Fue lo que al final hizo que la dejara.
    -          Lo siento.
    -          No lo hagas. Además, por pasar un finde de buceo contigo merece la pena. – sonrió. No sabía qué decir a eso. – Vamos, que te enseño mis super gafas.

    Tenía el don de cambiar radicalmente de tema. Yo con el tiempo había aprendido a perfeccionar el mío de no dejarle hacerlo, pero en ese caso, era mejor dejarlo pasar.
    Le acompañe hasta su coche, y del maletero saco unas gafas enormes. Eran transparentes con el borde amarillo fosforito.

    -          Qué gafas más raras.
    -          Son especiales. Funcionan como una lupa y además con ellas tienes una visión panorámica.
    -          Son bonitas – dije mientras me las probaba. – Me quedan enormes. Es imposible que me encajen en la cara. Me entraría agua.
    -          Es que tienes la cara muy pequeña. Estoy deseando que llegue mañana.
    -          ¿Para comprobar que sigo buceando mejor que tu?
    -          No boba. Para hacerte la vida imposible mientras que asustas con un mero.
    -          Jajaja – tenía razón en lo del mero, pero no iba a dársela - Si me asusto de algo, será de ti.
    -          ¿Me estás llamando feo?
    -          No, solo difícil de ver.

    Nos echamos a reír. El sonido de su móvil nos interrumpió. Un mensaje. Por su cara intuí que era Sofía.

    -          Toma – me daba el móvil.
    -          No…
    -          Léelo.

    Tuve que echarle un vistazo un par de veces. No conseguí entender el por  qué de tantos insultos juntos. Para quitar seriedad a la situación le dije:

    -          ¡Qué boba! Esto es que seguro que se lamenta de haber perdido a un chico tan estupendo como tú.

    Hipé. Una, dos y tres veces como acostumbraba a hacer. Por cada hipo, él ladraba una vez. Me eché a reír. Entonces me miro y me dijo algo que no esperaba.
    -          Me… ¿me das un abrazo?

    Cuando usaba ese tono de niño pequeño, que con el tiempo me había pegado, no podía negarle nada. Era tan, tan… le abracé.

    -          Mi osito de peluche… - dije imitando su voz infantil.

    Tuve que admitirme a mí misma que podría estar una eternidad en sus brazos y no cansarme nunca de ellos. Cuando se puso a guardar las gafas dije:

    -          Te espero en las rocas.
    -          Vale.

    Estaba anocheciendo, y por costumbre, me senté abrazándome las rodillas mirando al mar. Escuche como se acercaba. Me rodeo con sus brazos desde atrás apoyando su cabeza en mi hombro.

    -          Es precioso, ¿verdad?
    -          Si – me contesto al oído.

    Y como si  nos hubiesen sacado de una película romántica, vimos como el horizonte iba cambiando su color anaranjado, mientras el sol se escondía cansado de brillar, el mar se teñía de negro y el cielo se cubría de estrellas.

                                                                                                                  (Continuará)




    Princess_of_Hell

    miércoles, 19 de enero de 2011

    1 - Perdida en un Mar de Canciones


    Era viernes, estaba preparando la maleta y mi padre me llamó:

    -          Cassi, tienes que estar en media hora en la puerta esperándome. Me ha llamado Juan Antonio y nos vamos juntos.
    -          ¿En el mismo coche?
    -          No, cada uno en el suyo, pero hemos quedado en su casa.

    Mi padre se fue y me dejo sin saber de pronto qué meter en la maleta. La ropa que minutos antes me parecía apropiada, se había vuelto fea. Tire todo al suelo, abrí el armario y comencé a sacar ropa nueva. De pronto lo vi. Un vestido que me había comprado hacía unos meses. Todavía tenía la etiqueta, pero era posible que ese fin de semana pudiese estrenarlo. Lo doble cuidadosamente y lo coloque junto a los zapatos a juego. Media hora después ya estábamos en el coche.

    -          Papá, ¿te has acordado de meter mis escarpines? Que la última vez se te olvidaron.
    -          Sí. De todas formas ya que no preparas tú la maleta, no te quejes.

    Puse la radio. En Cadena 100 estaba empezando a sonar una de mis canciones favoritas: “Blanco y Negro” de Malú. Qué canción más apropiada. Cada una de las letras, cada una de las notas, parecían colocadas en el orden exacto para que describiesen mis sentimientos hacia el. Perdida en la voz de la cantante, llegamos a su casa.

    Siempre. Siempre la misma reacción desde hacía cuatro años. Era verle y mi corazón se salía del pecho. Nos dimos dos besos. Cerré los ojos. Olía tan bien… siempre me había sorprendido que no usase colonia. Era inolvidable, y me vinieron recuerdos de cuando iba por la calle y de repente decía: “¡Huele a Stefan!”. En esos momentos di gracias porque ya no me pasase.

    -          Hola ¿Qué tal?
    -          Contentísima. Estoy deseando estar ya en el agua.
    -          Este fin de semana te voy a superar, ya verás.
    -          Sí claro, en tus sueños.
    -          ¡Oye! Qué mala eres. Si estoy echo un profesional. – nos reímos juntos – Además, tengo que probar unas gafas nuevas.
    -          ¿Cómo son?
    -          Luego te las enseño.

    Cuando cada uno se montó en su coche y comenzamos a recorres los 400 kilómetros que nos separaban de la playa, yo ya estaba en las nubes. La mayoría de las canciones que iban inundando el ambiente durante el viaje me recordaban a él. El Arrebato, Maldita Nerea, El Sueño de Morfeo…

    [Princesa testaruda que guarda un secreto, y cierra de un portazo la ventana del deseo]

    Stefan… me encantaba ese nombre. Era poco usual, pero cuando sus padres estuvieron en EE.UU se enamoraron de el. Y yo de su hijo…

    [Puede que en el fondo me haya vuelto un Quijote, soñando que le aman, borracho de ilusiones]

    No tenía remedio. Tenía que reconocer que si durante cuatro años siempre había tenido la misma reacción… tenía que significar algo. Su altura, sus ojos, su sonrisa…

    [Pídeme, la luna llena. Pídeme, la vida entera. Pídeme, lo que tu quieras… por un beso de tu boca yo daría cualquier cosa]

    El mar apareció en el horizonte. Poco después lo teníamos ala izquierda. El mar menor… un día soleado, tranquilo, sereno, feliz. Ideal para sentirse enamorado.

    [Contigo porque me matas, y ahora sin ti ya no vivo. Tú dices blanco, yo digo negro. Tú dices voy, yo digo vengo. Miro la vida en color, y tú en blanco y negro]

    Habíamos llegado. Estábamos en la puerta del centro de buceo. Pasaríamos allí la mayor parte del tiempo.

    -          ¿Qué tal el viaje?
    -          Bien. En las nubes cantado.
    -          ¿Cantando? – me miro raro.
    -          Sí. Es que tengo una voz preciosa. – le respondí y le saqué la lengua.

    Fui a saludar a los dueños. Fueron los minutos suficientes para perderle de vista. ¿Dónde estaba? Le encontré en mi sitio favorito. Estaba sentado en las rocas, mirando al mar. Me quede mirándole en silencio. Era increíble, pero nunca podría ser mío. Hasta lo que sabía, estaba saliendo con una chica. Antes de decidirme a ir y hacerle compañía, estuve unos segundos compadeciéndome de mí misma.

    [Dicen que el amor es suficiente, pero no tengo el valor de hacerle frente. Tú eres quien me hace llorar, pero solo tú me puedes consolar]

                                                                                                                        (Continuará)

    Princess_of_Hell

    Blanco y Negro

    martes, 18 de enero de 2011

    Abrázame (Segunda Parte)

    La tensión y el malestar del ambiente se podían cortar, y yo anhele no tener un cuchillo para hacerlo.
    -         ¿Por qué tienes esa cara de funeral?
    No contestó.
    -         Vale… ¿pues puedes explicarme entonces cómo es eso de llevarnos genial a base de mensajes y que luego no me mires a la cara cuando nos vemos?
    -         ¿Y tú puedes explicarme qué sentirías si después de tres meses sin verme la primera imagen que tienes de mí es cómo una tía me toca el pelo mientras duermo encima de ella?
    ¿Qué le contestaba a eso? Tenía razón. Si me encontrase en una situación parecida me parecería más a una leona que a una persona.
    -         Técnicamente no tienes motivo para estar así.
    -         Tú lo has dicho. Técnicamente. Pero aquí eso no funciona. Sabes lo mucho que me importas. Si no quieres que le acabe partiendo la cara a Dani, podrías tener un poco más de cuidado.
    -         Yo… supongo que lo siento.
    -         ¿Supones?
    -         Sí, supongo. Reconozco que si estuviera en tu lugar me sentiría igual, pero estaba cansada y nerviosa, y Dani lo único que ha hecho es que… - mire la hora en el reloj – en la media hora que habéis tardado en bajar yo no estuviese al borde del infarto por el nerviosismo y con ganas de salir corriendo. Asique por ese lado no tengo por qué disculparme. Pero por otro lado sí, porque me entristece verte así por mi culpa, y no quiero. Eres demasiado importante.
    Las últimas palabras solo fueron un susurro.
    -         ¿Salir corriendo? Si no querías verme no sé por qué te has quedado. No te necesito. Y no me digas que soy importante.
    Esas palabras me llegaron al alma. Era el momento idóneo para dejar de lado mi orgullo. Negando con la cabeza le dije:
    -         No has entendido nada. El problema era que quería verte con toda mi alma. Llevo toda la noche sin dormir por la emoción. Pero me daba miedo nuestra reacción, sobre todo la mía, porque no quiero darte a entender algo que no es… o que simplemente yo decidí que no fuera.
    Cambió su cara pero no dijo nada. Estábamos muy cerca.
    -         Ya.
    ¿Ya? ¿Sólo eso? Di un paso hacia atrás poniendo distancia entre nosotros.
    -         ¿Eso es lo único que vas a decirme? – esperé unos segundos, pero siguió callado – veo que es un poco tarde. Aún así… me… me gustaría pedirte una cosa.
    -         El qué.
    -         … un abrazo. Pero déjalo. No tengo ningún derecho a pedírtelo. Podría decirte que lo hago por ser amigos que hace tiempo que no se ven. – mientras decía lo que pensaba me iba alejando poco a poco – Podría decirte que lo hago porque  somos amigos y simplemente por eso. O… podría decirte la verdad, y confesarte que te pido un abrazo porque lo necesito. Porque te necesito – me di la vuelta para irme – pero da igual. Total, no quiero un abrazo por caridad. Vamos, nos están esperando.
    -         Pues que esperen.
    Sentí como me cogía del brazo, tiraba de mí hacia atrás, me daba la vuelta y me abrazaba con fuerza. Me entregue al abrazo, hundí mi cara en su pecho y comencé a sollozar.
    -         No llores. – dijo antes de darme un beso en la frente – Lo siento.
    -         ¡Tú que vas a sentir! – conseguí decir.
    -         Estás llorando por mi culpa. Y por cierto, puedes pedirme un abrazo cuando quieras mi leelan.
    Cogió mi cara entre sus manos y nos quedamos mirándonos a los ojos gritando los sentimientos que las palabras no puede expresar. Entonces, susurro:
    -         Yo también te necesito.
    Nuestros labios cada vez estaban más cerca, se rozaban… nos besamos. Sus labios parecían de hielo,  mientras que los míos, por el contrario, estaban cálidos. Fue un beso en el que se transmitía el anhelo, la necesidad… y entonces sólo existíamos nosotros. No quería que ese momento terminase nunca. Por eso, mentalmente pedí un deseo…
    … y que dos alas nos otorguen…
    … para volar muy alto…
    … y que nadie nos encuentre…

    Princess_of_Hell

    lunes, 17 de enero de 2011

    Abrázame (Primera Parte)

    Estaba nerviosa. Hacía mese que no le veía y ahora… Me encontraba en casa de Elena. Respire antes de llamar porque no conseguía controlar las mariposas que tenía en el estómago. Sonó el timbre y con el dicte mi sentencia de muerte. Comenzaba a darme la vuelta para irme corriendo cuando se abrió la puerta.
    -         ¿A dónde vas?
    -         Em.… déjalo, luego te cuento. – conteste derrotada.
    Pase hasta el salón. Dani estaba sentado en el sofá viendo la televisión.
    -         ¿Qué haces? – pregunté – Pareces un abuelo acabado.
    -         Calla peluda. Es que arriba están demasiado locos.
    -         ¿Arriba?
    -         Sí. Cuscús y tu Romeo están con el Mac.
    Eché a Elena una mirada asesina.
    -         Qué graciosa.
    -         Bueno, subo para asegurarme de que no lo rompen.
    -         Vale – dije rendida por los nervios mientras me dejaba caer sobre el brazo del sofá.
    -         ¿Qué te pasa?
    -         Estoy histérica.
    -         Bueno, pues relájate.
    Me cogió del hombro y me caí de espaldas. Mi cabeza quedo apoyada en las piernas de Dani y comenzó a acariciarme el pelo. Cómo me conocía. Segundos después ya estaba más tranquila. Cerré los ojos y le dejé hacer.
    -         Gracias. – conseguí decir medio dormida.
    Los minutos pasaron. Llego un momento en el que ya no era consciente de la televisión. Estaba cansada, el cuerpo me pesaba. No había dormido más de dos horas en toda la noche. Asique me dejé llevar. Segundos después… nada.
    ***************
    -         Cassi, despierta.
    -         Mmm…
    -         Venga, espabila.
    -         Estoy en la Gloria. Dame un segundo para volver al mundo real.
    Que pesada era mi madre… no, espera. ¡Estaba en casa de Elena! Abrí los ojos para encontrarme con la cara de Dani. Tenía cara chiste.
    -         ¿Me he quedado dormida?
    -         No, es una ilusión. – contestó Matt.
    -         Vete a la mierda.
    -         Qué buen despertar tienes.
    -         De siempre. – contestó por mí Elena – Los he sufrido en varias ocasiones.
    Mientras todos se reían por la broma, me incorporé y automáticamente por la costumbre, me coloque y peine el pelo con los dedos. Como era de esperar, Matt dijo:
    -         ¡Uy! Cuidado que se nos despeina.
    Le mire y entro él en mi campo de visión. Intenté no mirarle, pero su cara, que parecía de piedra, no me paso desapercibida.
    -         Al contrario de lo que piensas,  el pelo no se desenreda solo.
    -         Pues haz como yo. No te peines
    -         Si claro. Y voy por la vida con los pelos de loco con los que vas tú.
    -         Déjalo Cuscús. Es demasiado complicado para ti. – me ayudo Elena.
    -         Eso. Vete a dar de comer al perro.
    Antes de que Cuscús pudiese contestarnos, él, dijo:
    -         Voy un momento arriba. Se me ha olvidado una cosa.
    -         Claro Elliot.
    Nada más desaparecer por las escaleras los dos se volvieron hacia mí con una mirada acusadora.
    -         Menuda bienvenida Cassi. – me recrimino Cucús.
    -         Yo… - no sabía qué decir.
    -         Ve a hablar con él – me aconsejó Dani.
    Mire a Elena, que asintió y me sonrió para darme ánimos. Derrotada por segunda vez en la misma tarde, comencé a subir las escaleras.
    El ruido que hacían mis zapatos de tacón al estilo Mary Popins, delataban mi presencia. Aún así, según fui recorriendo el pasillo hasta llegar a la habitación de Elena, el actuó como si no existiera.

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