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    Fantasmas Del Ático

    domingo, 24 de abril de 2011

    Fantasía Lunática

    Sigo queriendo perderme. Sigo queriendo ir a cualquier calle de cualquier ciudad donde nadie me encuentre. Pero no puedo, algo no me deja hacerlo. Tengo valor, osadía, y me de igual lo que la gente pueda pensar de mí. Por algo vivo en  el infierno, ¿no? Pero me falta algo. Puede que en el fondo sea demasiado realista y vea que es eso, una simple fantasía rota.


    Estoy en la playa hundiendo mis pies descalzos en la arena mientras miro al mar y me pregunto cuándo y con qué dirección.
    A lo lejos veo una figura. Observo como una chica de mi edad se acerca sin prisa. No la conozco, pero por otro lado se me antoja muy familiar. En el momento en el que nuestros caminos se cruzan, nuestras miradas coinciden. Algo me dice que es ella. No sé cómo pero lo sé, porque cuanto más la miro más convencida estoy. Entonces me doy cuenta de qué es lo que me falta. Locura. Eso es lo que necesito. Un poquito más de locura. ¿Y ella? No sé qué es lo que le falta a ella. A lo mejor es valor… ya que me mira desconfiada.
    ¿Cuándo? Ahora o nunca. Un reloj imaginario comienza a tomar forma en mi mente marcando el transcurso del tiempo.
    Extiendo la mano convencida de que va a seguir su camino, pero me sorprendo al ver que la acepta dándome la suya.
    Parece un momento especial, y como en las películas, tenemos banda sonora de fondo. El mar.

    -         ¿Hacia dónde?

    Pregunta bajito. Sonrío. Es una buena pregunta.
    Miro al horizonte intentando recopilar en segundos lo poco que sé de ella. Entonces, recuerdo la torre Eiffel. La que tiene en esa foto que tanto me llamó la atención en su día.

    -         París.

    La contesto segura. Me devuelve la sonrisa.
    Varsovia y Londres tendrán que esperar. Pero no me importa, porque solo tengo un objetivo. Perderme.
    Comenzamos a caminar hacia la estación sin soltarnos las manos. ¿Por qué? Porque así ella se asegura de que yo no me voy a ir porque crea que no merece la pena, y porque yo me aseguro de que ella no echa a correr arrepentida.
    Compramos los billetes. No nos sentamos juntas, sino una en frente de la otra. Siempre fieles a lo que queremos. Caminar solas por calles desconocidas. Pero entonces… ¿por qué vamos las dos al mismo sitio? Pues por eso. Porque  no nos conocemos. Porque no sabemos nada la una de la otra excepto lo que dicen nuestras historias. Porque somos dos desconocidas. Porque yo iré por una calle. Porque ella irá por otra. Porque nos cruzaremos y no nos conoceremos.
    Porque sí, es verdad, queremos estar solas y perdidas, pero siempre ayuda saber que a lo mejor cuando llegues al final de la calle puedes tener esperándote una cara conocida que no te va a juzgar por lo que estas haciendo.
    El tren se pone en movimiento.
    ¿Cuándo? Ahora
    ¿Rumbo? París.


    Mi madre me llama devolviéndome a la realidad. Abandono mi terraza con vistas al campo para ir a ver qué quiere. Mientras tanto le sigo dando vueltas a la película a la que acabo de dar forma y no me parece una idea tan descabellada.

    Si ella quiere, no estaría mal irnos algún día juntas  para perdernos en París. Dos perfectas conocidas-desconocidas.

    Qué locura, ¿no?

    Si quieres... algún día.


    [Un locura más como muchas otras. No te la tomes en serio si no quieres.
    Simplemente, fue algo que se me ocurrió]

    Princess_of_Hell

    1 comentario:

    1. Me gusta que el objetivo no sea encontrarse, sino perderse, siempre perderse...
      Me gusta la playa, me gusta el mar, me gusta que dos conocidas-desconocidas cojan un mismo tren, simplemente para perderse juntas. Pasear por calles diferentes y no juzgarse por nada.
      Eso sí, tendrás que dejarme tocar en la ópera de París :)

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