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    Fantasmas Del Ático

    miércoles, 18 de mayo de 2011

    Mata Para Mí

    Música muy alta. Personas, muchas personas en el mismo recinto iluminadas por luces de colores. Bullicio, movimiento, alcohol, drogas…
    Esa noche me aburría. Más de lo normal. En aquella fiesta no había nadie interesante. O eso pensaba hasta que entró él por la puerta. Entre tantas chicas medio desnudas y chicos sin estilo, me entretuve pensando qué haría un gótico en medio de la discoteca más pija de Madrid. Como era la hora de comer y no tenía ningún menú más interesante, me digné a acercarme a hablar con él. Cuando estuve a su lado, pude distinguir un ligero olor a tabaco impregnado en su chaqueta negra.
    -         Hola niño.
    -         ¿Niño? No me insultes. Soy mayor que tú.
    -         ¿En serio? – encarné una ceja - ¿Cuántos años tienes?
    -         Veinte, mientras que tú ni siquiera llegas a dieciocho.
    -         Claro, lo que tú digas. – me reí ante su ingenuidad.
    -         ¿Qué quieres?
    -         De momento hablar. ¿Qué has cenado?
    -         ¿Qué pregunta es esa? – como no contesté acabó respondiendo – Hace un par de horas he comido tortitas.
    Perfecto.
    -         Entonces estarás dulce. Ven, acompáñame.
    -         Ni de broma. Me has dicho que solo querías hablar.
    -         Te he dicho que “de momento” quería hablar. Y ese momento ya ha pasado. Ahora quiero comer.
    -         Para eso no te hago falta.
    -         Claro que sí. Eres mi comida.
    Fue curioso. En vez de miedo, vi compasión en su mirada. Creía que estaba loca. Eso era nuevo. Genial. Comida interesante.
    -         ¿Tienes algún tipo de enfermedad mental?
    -         Vaya, esa es casi nueva. La última vez que me preguntaron eso, la Ilustración comenzaba a llegar a España.
    Le cogí del brazo y le arrastré hasta un rincón sin gente, oscuro.
    -         Suéltame.
    -         Sí, lo haré en cuanto te quedes sin vida para dejar que te caigas al suelo.
    -         ¿Se puede saber cómo una chica tan guapa como tú puede llegar a ser tan agresiva?
    -         Contéstame a una cosa. ¿Crees en los vampiros?
    -         Sí.
    -         ¿En serio? – pregunté escéptica.
    -         Claro que sí. Si hay gente que es capaz de creer en Dios y nadie lo ha visto, ¿por qué no va a pasar lo mismo con los vampiros?
    Me gustó aquella contestación. Sonreí y le enseñé mis colmillos. Su gesto pasó a ser más serio, peros seguía sin ver miedo en sus ojos azules.
    -         Vas en serio. – no era un pregunta.
    -         Sí. – contesté – Te voy a dar a elegir porque me has caído bien. Vas a ser mi comida de esta noche. Eso no es negociable. La pregunta es, ¿bebo solo lo necesario para dejarte con vida o hasta el final?
    -         Lo primero.
    -         Si te dejo con vida me pertenecerás.
    -         Ya, claro. La respuesta sigue siendo la misma.
    -         Como quieras.
    Sería entretenido tener una mascota. Al menos por un tiempo, ya que la sociedad de ahora era tan aburrida como la antigua. Acababa de encontrar un alfiler en medio de muchísima paja. La última mascota duró una semana… ¿cuánto duraría él?
    Me acerqué a él, pegué mi cuerpo al suyo, le acaricié el cuello con los dedos, luego con la lengua y al final le mordí. No me había mentido. Estaba dulce. Estaba… exquisito. Para ser un gótico no estaba nada mal. Al final, después de quitarle alrededor de dos litros de sangre, tuve que parar, muy a mi pesar. Cuando me separé, se apoyó en la pared. Si lo dejaba allí, acabaría tirado en el suelo. Busqué su cartera. Se atrevió a mirarme mal, pero no hizo ademan de despegar los labios. Miré su dirección en el DNI. Mierda. Vivía en la otra punta de la ciudad. Como yo. No pensaba cargar con él. Salimos, le senté en un banco, llamé a un taxi y le di dinero. Cansada por haber estado rodeada de tantos despojos humanos, le dejé allí y me fui a casa.


    Princess_of_Hell

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