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    Fantasmas Del Ático

    lunes, 12 de marzo de 2012

    Fantasía Infantil


    No sé qué me encontraré en mi casa esta noche. Tengo que reconocer que estoy inquieta, nerviosa. Sí, es verdad. Llevamos un año juntos, pero esa mirada…
    Esta mañana me lo he encontrado en la puerta de mi casa, con una sonrisa increíble y con un brillo en los ojos especial. Me ha pedido las llaves de casa, y a cambio me ha dado una rosa verde esmeralda.
    -          ¿Y esto? – le he preguntado como una estúpida.
    -          Esto es solo el adelanto de lo que te espera esta noche pequeña.
    Me ha dado un beso, me ha dicho que me vaya muy bien en la universidad y me ha echado de casa. Llevo todo el día intentando estudiar, pero es imposible. Puedo pasar horas mirando el increíble color de la flor mientras una idea detrás de otra pasa fugazmente por mi incansable imaginación.
    Miro el reloj. Son la ocho. Suspiro. Cierro el libro de programación. Recojo las innumerables hojas de apuntes, el portátil, los bolígrafos, las reglas… y me voy al coche. Voy todo el camino de vuelta con la música muy alta para intentar relajarme, pero es como misión imposible.
    Llego al portal, cojo el ascensor y mientras espero a que me deje en el piso adecuado, intento arreglarme el pelo, la cara, la ropa… Da igual. Sigo pareciendo un proyecto de zombie. La puerta de mi casa hoy me parece más grande, más ancha y más pesada que de costumbre. Estoy tan nerviosa y ansiosa a la vez que necesito tres intentos hasta que consigo abrir la puerta. No hay ninguna luz encendida, pero el pasillo ha sido invadido por velas y pétalos de rosa de todos los colores. Hay un sobre en la pared. Lo cojo y leo el papelito que hay dentro.
    “Bienvenida a casa Princesa. Deja los zapatos de cristal para Cenicienta, al lado de la puerta”
    Sonrío. Me quito todo lo que me estorba y me quedo en vaqueros y con una camiseta. Voy despacio y a la altura del baño, me encuentro otra carta.
    “Es hora del té. El sombrerero loco te da cinco minutos para que pases al baño y te tranquilices. Recuerda: Al fin y al cabo, es tu no cumpleaños”
    Me invade un sentimiento de gratitud increíble. Tengo ganas de comérmelo a besos. Me echo a reír como una niña pequeña cuando veo un vestido blanco hasta el suelo, y un “te quiero” escrito con pintalabios en el espejo. Me doy una ducha rápida. De cuatro minutos exactamente. Me pongo el vestido y vuelvo al camino de rosas.
    Por fin llego a la puerta de mi habitación. Un cartel con el dibujo de Din-Don, el reloj de la Bella y la Bestia, dice:
    “Llama tres veces a la puerta señorita. Cuando escuches la música, será cuando puedas entrar”
    Así lo hago. Llamo. Me quedo escuchando expectante. Comienza a sonar la canción de mi película de Disney favorita, pero sin letra. Solo la melodía. Abro muy despacio la puerta y en seguida siento como las lágrimas empiezan a recorrerme las mejillas. Ya no puedo más. Es todo tan…. Tan….
    Las paredes de mi habitación están forradas con papel de regalo. Ese que me tiene enamorada desde que lo vi en la papelería de la calle mayor. Ese que está lleno de partituras. Además, Loumier, la señora Pots, y Bella también están aquí, repartidos por los pentagramas.
    Él está sentado en la cama, como si aquello fuese lo más normal del mundo. Como si no fuese increíble, especial, mágico… En la mesa hay un jarrón de cristal con rosas verdes. Me acerco y dejo la que él me ha dado esta mañana con las demás
    Verde… su color favorito. Verde… el color de la esperanza. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo adecuado que era ese color, porque para mí, él, era mi esperanza, mi mundo, mi vida…
    Solo puedo decir una cosa inteligente antes de besarle y perder la noción de tiempo:
    -          Te Amo



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