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    Fantasmas Del Ático

    martes, 29 de marzo de 2011

    Trece Tulipanes para Ti

    Eran las seis de la mañana. Estaba en aquel pasillo oscuro de aquel familiar edificio. No me gustaba pedir favores, y menos si eran en repetidas ocasiones. En este caso, era la segunda. La batalla contra esos chucos malolientes había finalizado cerca de su casa y como estaba cansado, débil y cubierto de sangre, cuando los rayos del alba comenzaron a aparecer amenazantes en el horizonte, tuve que rendirme ante mi orgullo e ir  buscarla de nuevo.
    Cuando abrió la puerta medio dormida, llegué a la conclusión de que era un estúpido. ¿Cómo se me había ocurrido una idea tan…? Estaba seguro de que cerraría la puerta aterrada. Pero no.
    -         ¿Qué haces aquí?
    Tenía la mirada suspicaz, pero me sorprendió diciendo:
    -         Pasa, que parece que estas a punto de caerte al suelo.
    -         Gracias – musité.
    Cuando cerró la puerta, sin decir nada, se aseguró de cerrar bien todas las persianas, fue al baño, escuché el sonido del agua al caer y salió con una toalla en la mano.
    -         El baño es todo tuyo. Tómate tu tiempo – sonrió.
    Ni una pregunta, ni una explicación, ni un grito, ni una mirada de asco, ni de miedo. De pronto me sentí de verdad muy agradecido y también, desconcertado.
    -         ¿Por qué haces esto? ¿Por qué no me echas? ¿Por qué me ayudas?
    Se encogió de hombros.
    -         No sé. ¿Por qué has venido?
    Buena pregunta. No tenía respuesta. La contemplé allí, con la toalla en la mano. La había echado de menos. Hacía un mes desde que la había encontrado y…  utilizado. Qué bonita realidad. Era guapísima, y aquella noche me alimenté de ella y pasé la noche en su cama sin pedir permiso. Sólo había quedado un detalle importante sin resolver. Inconscientemente había vuelto a buscarla. La había cogido cariño. Puag. Cariño a la comida… pero es que tenía algo especial. Pero eso no tenía intención de decírselo.
    -         He preguntado yo primero – contraataqué.
    -         Bueno… supongo que fue amor al primer mordisco. – me guiñó un ojo, me lanzó la toalla y desapareció en la cocina.
    Imposible. No debería recordar nada de eso. Cansado y sucio, decidí ocuparme de eso después del baño. Al poco tiempo, volvió a aparecer sonriente por la puerta con un chándal.
    -         Ponte esto. Creo que te valdrá.
    Cogió mi ropa ensangrentada y se la llevó. Seguía siendo todo un misterio su actitud. Cerré los ojos. Se me ocurrió una idea. Me concentré en ella, en su cuerpo, en el ruido de sus pies descalzos al andar. Estaba en la cocina. Hice aparecer un tulipán rojo delante de ella. Al poco tiempo, se desplazó al salón. Apareció un tulipán rojo en el sofá. Sentí como iba a la habitación. Dos tulipanes más aparecieron sobre la cama. Y el juego duró hasta el tulipán número trece. Entonces me regaló una imagen más de su perfecta figura. Se había cambiado de ropa y traía los tulipanes en la mano formando un ramo.
    -         ¿Se puede saber qué haces? No quiero convertir mi casa en una floristería.
    Me eché a reír. Con  naturalidad, sin esconder los colmillos.
    -         Vaya lo siento. Mientras que te regalo la flor del amor eterno, ¿tú piensas en negocios? ¡Qué materialistas sois en el siglo XXI!
    -         Gracias. Pero basta. Una flor está bien, pero trece... ya me ha quedado claro que los trucos de magia se te dan muy bien.
    Se fue. Me apresuré en vestirme para ir a buscarla. La encontré llenando un jarrón de agua. Más tarde, colocó cuidadosamente los tulipanes en él, y lo puso en medio de la mesa del salón.
    -         Eres una mentirosa. Si no te gustasen los tulipanes no te tomarías tantas molestias.
    -         Ya, pero eso no es de tu incumbencia. Además, todavía no me has contestado.
    -         ¿A qué?
    -         ¿Por qué has venido aquí?
    -         Necesitaba librarme del sol.
    -         ¿Y cuándo te vas a ir? – dijo con un pequeño tono de impotencia escondido.
    -         En cuanto se vaya el sol.
    -         Vale… pues… no sé… ¿qué quieres hacer el resto del día?
    Me quedé pensativo. Se me ocurrió un plan perfecto. Sonreí y la pregunté:
    -         ¿De verdad quieres saberlo?
    -         Sí, claro. Sino no te hubiese preguntado.
    -         Quiero hacerte el amor.



    Princess_of_Hell

    2 comentarios:

    1. Jurl, qué sexy. Me ha gustado :P

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    2. ¡Me gusta!
      Encontré tu blog a través del del Bohemia y esta entrada me ha encantado.
      Me hago fan

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