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    Fantasmas Del Ático

    lunes, 4 de abril de 2011

    Kiss Me (V)

    Me había dicho que le llamase. Habían pasado dos semanas. Dos semanas terriblemente aburridas. Las únicas horas en las que no había estado pensando en todo lo que había pasado eran aquellas en las que había estado bailado, preparando la actuación que tenía el domingo.
    Decidí darme un respiro, hacer lo que de verdad me apetecía. Le llamé pensando qué decirle, pero al final no tuve que decirle nada. Nadie contestó a mi llamada.
    ******
    El aire, el olor a humo, la velocidad, el ruido del motor. No existía nada más. Después, más aire, más velocidad, pero recorriendo una carretera solitaria entre los árboles. Mis amigos y yo habíamos decidido ir a la montaña aquel día. La moto era una extensión de mi cuerpo, la cazadora de cuero me protegía del frío y las demás motos me hacían compañía. Llegamos a nuestro destino. Entre los árboles, medio escondida, tímida, estaba la casa de J.J, donde pasaríamos el día jugando al póker y bebiendo cerveza. Cuando entramos antes de dejar la mochila tirada en el sofá con el resto de mis cosas, miré el móvil por pura rutina. Tenía una llamada perdida. ¿De quién? Tess. Hacía una eternidad que no sabía de ella. Pensaba que no me iba a llamar, que no quería saber nada de mí. Aunque siendo realistas, solo habían pasado quince días. Pero había estado demasiado tiempo pensando en ella como para que las horas se pasasen deprisa. Y justo cuando hacía un plan para poder sacármela de la cabeza, ya se encarga ella de acordarse de mí. Salgo, me alejo, respiro, marco su número y espero a que me coja el teléfono. Quien me contesta es nadie. Vuelvo a llamar. Nadie de nuevo. Decidí llamarla una última vez y cuando creía que me iba a quedar sin hablar con ella, noto como descuelga, pero no dice nada.
    -         Hola Tess.
    -         ¿Te han dado el premio a la pesadez? – dijo un poco enfadada.
    -         Cuando se trata de ti siempre consigo los premios a las cosas más desagradables. No sé cómo lo hago pero parece que he encontrado a la persona que está lo suficientemente interesada en mí como para poder fijarse y otorgármelos.
    -         ¿Qué has querido decirme con eso?
    -         Tú sabrás Nalla, pero supongo que me habrás llamado por algo.
    -         Sí, te he llamado, pero no me lo has cogido.
    -         Ya, es que no lo he escuchado. Estaba en la moto.
    -         Lo que tú digas – dijo desconfiada.
    -         ¿Qué querías?
    -         ¡Ah! No sé. Llamarte. ¿Y tú qué quieres?
    -         ¿Cómo?
    -         Pues eso, que ahora me has llamado tú. Supongo que querrás algo.
    -         ¡Pero si yo te he llamado porque me has llamado tú!
    -         Vamos, que me estás haciendo perder el tiempo para nada, porque no tienes nada que decirme.
    -         ¿Estás borracha?
    -         ¡¿Qué?!
    -         Entonces directamente estás loca.
    Y me colgó. Sí, me colgó. ¿Se puede saber qué la pasaba? Sin entender nada, decidí volver, pero dos segundos después sonó el móvil.
    -         Te has equivocado. Yo no soy el centro psiquiátrico – contesté antes de que pudiese decir nada.
    -         Pasado mañana bailo. Me preguntaba si querías acompañarme.
    -         ¿A qué hora?
    -         A las cinco en la puerta de mi casa.
    -         Vale. Nos vemos el domingo.
    Cuando entré en la casa de nuevo, una nube de humo me dio la bienvenida. En el salón, todos estaban alrededor de una mesa color caoba, con una cerveza en la mano y a punto de repartir las cartas. El día transcurrió en minutos cargados de risas, miradas, alcohol, tabaco, apuestas y pizza. Al final, cansados y con la mayoría sin nada en los bolsillos, la conversación se centró en el concierto que iban a preparar algunos de ellos. Hacía medio año que algunos del grupo se habían juntado para formar otro grupo, pero en vez de amigos, de música.
    -         Tiene que ser un concierto de verdad. – dijo Marcos.
    -         Para eso hace falta gente, mucha gente. – añadió J.J.
    -         Pues por eso tenemos que invitar a nuestros amigos. – concluyó Tom.
    -         Pues invitar a vuestras novias, y que ellas se lleven a sus amigas, y sus amigas a sus respectivos novios… - Propuse yo.
    -         No es mala idea. Vale, Lucan, queda comprobado que hasta borracho eres el que más piensa. – me dijo Marcos dándome un golpe en el brazo.
    -         Nosotros a nuestras novias, pero tú a la tuya. – contraatacó Tom.
    -         Yo no tengo de eso.
    -         Vaya que no. Si te las traes locas a todas. Alguna tendrás por ahí escondida. – siguió insistiendo.
    Puede que fuese por la cantidad de alcohol que había ingerido, pero al final acabé confesando la existencia de Tess.
    -         Bueno…
    -         ¿Quién es? – preguntó enseguida Marcos, el más curioso.
    -         Tess.
    -         ¿La borde de la clase? – preguntaron todos a la vez.
    -         La verdad es que un poco borde sí que es – admití – pero me rio muchísimo con sus excentricidades.
    -         Tienes que traerla. – dijo J.J
    -         No creo, es muy testaruda. Sería toda una hazaña que accediera a acompañarme a un concierto de visual con unos locos en el escenario intentado hacer un homenaje a Versailles.
    -         ¡Oye! Un poco de respeto. De todas formas me apuesto lo que quieras a que consigues traerla. – me tentó Tom.
    -         Eso. Tú tráetela, nos la presentas, nos reímos un rato y después nos pides lo que quieras a cambio. – propuso Marcos.
    -         De reíros nada. Y de apuestas tampoco. Pero intentaré llevarla si queréis.


    Princess_of_Hell

    2 comentarios:

    1. ¡Vaya lío en la conversación telefónica!
      Me encanta :)

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    2. Que os gusta!? que os gusta!? Solo con poner Versailles en la historia ya ha merecido la pena el día! No enserio, esta va a mejor por momentos.

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