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    Fantasmas Del Ático

    domingo, 25 de septiembre de 2011

    Un Error al Anochecer

    Cuando por fin tuve la oportunidad, cogí el sábado de madrugada el coche con destino a Barcelona. Ese fin de semana iba a ser solo para mí, para perderme entre las calles y los recuerdos, para soñar con algo que ya se tornaba bastante borroso. Pasaron las horas mientras dejaba atrás Madrid, Zaragoza… En un tiempo que me pareció demasiado corto, llegué a la orilla del mar a la vez que el sol comenzaba a despuntar en el horizonte. Tenía una sensación rara en el estómago, así que me quedé viendo sola una vez más el amanecer, esperando con la vana esperanza de que desapareciera. Cuando me di por vencida, suspiré y me dirigí a la primera oficina de turismo que me encontré. Llegar al famoso arco del triunfo fue mucho más sencillo de lo que esperaba, y se me escapó una triste sonrisa al pensar la de veces que él lo habría visto. Me quedé observándolo, fijándome en los detalles, sin prisa, controlado mis emociones. Cuando comencé a sentirme estúpida por mirar a un trozo de piedra medio ensimismada, me fui. Paseaba entre la gente abstraída. Algunos hablaban catalán, otros castellano, otros japonés, otros inglés…
    Me encontré como por casualidad la estación de tren, y sin pensar demasiado lo que hacía, acabé sentada en un vagón rumbo a un destino desconocido pero extrañamente familiar. No sabía lo que me proponía. Como siempre me debatía entre dos o más opciones totalmente opuestas. No sabía si era un error, si era algo que tenía pendiente, si sentía miedo o euforia, si estaba contenta o aterrorizada. En el fondo daba igual, sabía donde acabaría mi visita turística desde el principio, y como muestra a mi absurda cabezonería, después de investigar la ciudad y de haber pasado por aquella iglesia de luces cambiantes,  estaba paseando por la interminable calle peatonal fijándome con cuidado en los números de cada uno de los portales que dejaba atrás. Mi búsqueda acabó, y mi pánico aumentó, al ver tres números iguales.
    Me sentía pequeña, asustada, insignificante. Mi cuerpo había creado miles de mariposas imaginarias dentro de mi estómago que amenazaban con salir transformadas en lágrimas. Un recuerdo detrás de otro me acosaba sin descanso, una sensación, una lejana sonrisa, una promesa imposible,  una mirada sincera, una rabia incontrolable… impotencia y al final… vacio. Sentía tantas cosas a la vez que no era capaz de sentir nada. Perdí la voluntad y la fuerza simultáneamente dejándome caer al suelo. Las personas que pasaban a mi lado me miraban con desconfianza, pena, indiferencia… Los minutos pasaban sin prisa, el portal nunca se habría, las ventanas estaban cerradas y yo no era capaz de levantarme y hacer lo correcto. Irme.
    No sé cuánto tiempo perdí allí, solo sé que hubo un momento en el que la puerta se abrió cuando yo por fin me estaba levantando. Su cara era de sorpresa, la mía de puro terror. Pensé: “tierra, trágame”. Era una niña jugando a un juego de mayores y había perdido. Cuando él dio un paso hacia delante, yo salí corriendo. Corrí calle abajo. El me perseguía. Yo corría más rápido. Estaba agotada, mi cuerpo entero protestaba y me pedía a gritos que me rindiese. Comprendí que estábamos en su terreno, que no podía esconderme, que las reglas del juego las ponía él y que de algún modo había llegado hasta allí esperando que sucediese algo parecido. Su mano atrapó mi brazo con demasiada prontitud. Pronto mi carcelero me agarraba de la cintura para asegurarse de que no me escapaba. La calidez de su piel me quemaba y me reconfortaba a la vez, el pelo que cubría mi cara escondía las lágrimas que amenazaban con salir, mi mirada estaba fija en el suelo mientras que sentía la suya recorrer cada centímetro de mi cuerpo mientras se convencía de que no era un sueño. Despacio, como si no quisiera asustarme, me cogió la cara y me obligo a mirarle. Sus oscuros ojos marrones me recordaron cuánto había echado de menos esa forma que tenía de hacerme sentir especial. Sus labios parecían querer decir algo, pero no encontraban las palabras adecuadas. Esbocé una tímida sonrisa sin saber muy bien qué pasaría. Me regaló otra. De esas de medio lado que tanto me gustaban. No sabía por qué no había cogido un destino turístico más interesante, pero tampoco me importaba. La noche comenzaba a tomar protagonismo a la vez que sus labios se empezaban a acercar a los míos. Miles de interrogaciones se dibujaban en mi cabeza. ¿Sería un error? Lo más probable es que sí, pero aquel anochecer del 13 de febrero me parecía un momento perfecto para cometerlo.

     
    Princess_of_Hell

    2 comentarios:

    1. Que precioso, dios mío, incluso he derramado algunas lágrimas, ojalá a mí me ocurriera lo mismo, ese caos de emociones, de pensamientos de sentimientos es increíble y muy bonito, hace especial ese momento. Me ha gustado mucho ^^. Espero que pases un buen domingo, un besito.

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    2. Dios mío, tiene toda la magia que me faltaba hoy. Me has hecho pensar en tantas cosas...
      Ojalá la historia termine bien, sin errores.

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